Historia es lo que nos concierne, el resto es erudición. Lo que sigue es, básicamente, un resumen/comentario a “La zona gris”, posiblemente el capítulo más importante de Los hundidos y los salvados de Primo Levi. ¿Para qué leerlo hoy? Para no repetir el reclamo histérico de tantas personas que hacen catarsis y, en lugar de reclamar justicia o de luchar por una sociedad mejor, piden a los gritos sangre y venganza. Los peores enemigos que tenemos para entender los sucesos históricos y políticos son el maniqueísmo, el odio, el deseo constante de tranquilidad y la pereza mental. Y agregaría: el tratamiento de temas complejos por parte de los medios masivos de comunicación y la industria del entretenimiento.

Estamos hablando de la voluntad de comprender el nazismo de parte de un judío italiano deportado a Auschwitz a los veinticuatro años, en 1944, donde sobrevivió en condiciones infrahumanas. Estamos hablando de una persona que vio muchas de las peores atrocidades que los seres humanos son capaces de hacerle a otros seres humanos, y que pese a todo se esforzó por entender a sus verdugos. ¿Para que la historia no se repita? No, porque la historia nunca se repite, y ese es el gran truco: el crimen siguiente revestirá una forma distinta para que no lo reconozcan. 

Digresión: salvando las distancias históricas, nuestra dictadura cívico militar supo disfrazar sus acciones criminales con los ropajes de la justicia y el afán de lucha contra la “subversión apátrida”. No hubiese podido hacerlo sin la complicidad de la inmensa mayoría de los argentinos. De ahí que tenga sentido la frase de Levi: “Los monstruos existen, pero son demasiado poco numerosos para ser verdaderamente peligrosos; los que son realmente peligrosos son los hombres comunes”

La actitud adoptada por Levi con respecto a los responsables del mal no es ni perdón ni venganza, sino justicia. “No tiendo a perdonar, nunca he perdonado a ninguno de nuestros enemigos de entonces, al igual que no me siento dispuesto a perdonar a sus imitadores (…) porque no conozco actos humanos que puedan borrar una falta”. 

Entre nosotros, tipos que han apoyado y defendido las mayores atrocidades, como Mariano Grondona, nos hablan de democracia, de olvido y de perdón. ¡Ojo,  hay varios  interesados en el olvido porque no quieren que se recuerde qué hicieron, qué escribieron ni dónde estuvieron cuando pasó lo que pasó!

Ahora bien, como dice Tzvetan Todorov en Memorias del mal, tentación del bien: “Tenemos la impresión de que el perdón es, sobre todo, útil para quien lo concede, para permitirle vivir en paz; pero no tenemos derecho a convertirlo en una exigencia general. El perdón judicial, o amnistía, es igualmente inaceptable si se produce antes de cualquier juicio y se refiere a actos tan graves como el asesinato, la tortura, la deportación o la esclavización: supone suspender la propia idea de justicia en nombre de factores considerados superiores, como la paz civil. El perdón es una opción personal, mientras que el crimen desborda el marco privado. La falta, la ofensa, el crimen no sólo lastimaron al individuo que fue su víctima; quebraron, o en  todo caso perturbaron, el propio orden social, que implica la idea de justicia y de retribución”.

Levi tampoco cree en la venganza, ya que no arregla nada, sino que añade nueva violencia a la violencia precedente, en un movimiento pendular que se amplía con el tiempo en vez de amortiguarse.

EL DESEO DE SIMPLIFICACIÓN

Lo que entendemos por comprender coincide, muchas veces, con “simplificar”: si no  redujéramos el caos del mundo que nos rodea, según Primo Levi, sería “un embrollo infinito e indefinido que desafiaría nuestra capacidad de orientación y de decidir nuestras acciones. Estamos obligados a reducir a un esquema lo cognoscible”.

La tendencia al esquematismo, como forma de economía del pensamiento o de necesidad pedagógica, afecta la manera en que percibimos la historia. Al abordar los acontecimientos históricos, solemos huir de la complejidad, de las medias tintas; nos inclinamos a reducir el caudal de los sucesos humanos a los conflictos, y el de los conflictos a los combates entre dos adversarios claramente diferenciados: nosotros y ellos, unitarios y federales, peronistas y antiperonistas, nacionalistas y liberales.

Según Primo Levi: “el deseo de simplificación está justificado; la simplificación no siempre lo está”. Y es que la mayor parte de los sucesos históricos y naturales no son nada simples, o no tienen la simplicidad que desearíamos que tengan.

“En quien  lee (o escribe) hoy la historia de los Lager es evidente la tendencia, y hasta la necesidad, de separar el bien del mal, de poder tomar partido, de repetir el gesto de Cristo en el Juicio Final: de este lado los justos y del otro los pecadores. Y, sobre todo, a los jóvenes les gusta la claridad (los cortes definidos); como su experiencia del mundo es escasa, rechazan la ambigüedad”.

Y acá viene algo que es central: Levi nos dice que los mismos prisioneros que recién ingresaban al Lager, creían estar entrando a un mundo terrible pero descifrable, donde los enemigos estaban claramente diferenciados. Sin embargo, dentro del universo concentracionario, el “nosotros” perdía sus límites, “los contendientes no eran dos, no se distinguía una frontera sino muchas y confusas, tal vez innumerables, una entre cada uno y el otro. Se ingresaba creyendo, por lo menos, en la solidaridad de los compañeros en desventura, pero éstos, a quienes se consideraba aliados, salvo en casos excepcionales, no era solidarios: se encontraba uno con incontables mónadas selladas, y entre ellas una lucha desesperada, oculta y continua. Esta revelación brusca, manifiesta desde las primeras horas de prisión –muchas veces de forma inmediata por la agresión concéntrica de quienes se esperaba que fuesen los aliados futuros-, era tan dura que podía derribar de un solo golpe la capacidad de resistencia. Para muchos fue mortal, indirecta y hasta directamente: es difícil defenderse de un ataque para el cual no se está preparado”.

La finalidad principal del sistema  consistía en destruir la capacidad de resistencia del adversario, de ahí que Levi titule su primer libro Si esto es un hombre. ¿Acaso una persona loca de hambre y sed, tatuada y rapada, esquelética, rodeada de muerte y dolor, al ser rescatada por los soldados aliados, era realmente un ser humano?

Los prisioneros nuevos, comúnmente, eran maltratados por los más viejos. Borges dijo que la humanidad consiste en ser partes de una misma penuria. Pues parece que no se cumplía el sentimiento de humanidad en individuos deshumanizados. La ausencia de solidaridad entre oprimidos, nos dice Levi, era una fuente de dolor adicional.

“(…) la multitud despreciada de los ‘antiguos’ tendía a ver en el recién llegado un blanco en quien desahogar su humillación, a encontrar a su costa una compensación, a crear a su costa un individuo de menor rango a quien arrojar el peso de los ultrajes recibidos de arriba”.

La siguiente reflexión de Primo Levi me parece fundamental:

“Es ingenuo, absurdo e históricamente falso creer que un sistema infernal, como era el nacionalsocialismo, convierta en santos a sus víctimas, por el contrario, las degrada, las asimila a él, y tanto más cuanto más vulnerables sean ellas, vacías, privadas de un esqueleto político o moral”. 

No existe un espacio vacío y tajante entre víctimas y victimarios. Según Levi, el espacio está “constelado de figuras torpes o patéticas (a veces poseen al mismo tiempo las dos cualidades) que es indispensable tener presentes si queremos conocer a la especie humana, si queremos poder defender nuestras almas en el caso de que volvieran a verse sometidas a otra prueba semejante o si, únicamente, queremos enterarnos de lo que ocurre en un gran establecimiento industrial”.

Otra cuestión: los prisioneros privilegiados eran minoría en el campo, pero fueron mayoría entre los sobrevivientes. El mismo Levi es un ejemplo, dado que sobrevivió en gran medida gracias al hecho de trabajar como químico y no como un peón sin cualificación.

“Consumidas en dos o tres meses las reservas fisiológicas del organismo, la muerte por hambre o por enfermedades causadas por el hambre era el destino habitual del prisionero. Sólo podía evitarse con un suplemento alimenticio y, para obtenerlo, se necesitaba tener algún privilegio, grande o pequeño; es decir, un modo conferido o conquistado, astuto o violento, lícito o ilícito, de elevarse por encima de la norma”.

Otra cuestión, que contrasta con el imaginario hollywoodense de los esclavos y las víctimas revelándose valientemente contra los invasores, los alienígenas o los amos despiadados: “cuanto más dura es la opresión, más difundida está entre los oprimidos la buena disposición para colaborar con el poder. Esa disposición está teñida de infinitos matices y motivaciones: terror, seducción ideológica, imitación servil del vencedor, miope deseo de poder (aunque se trate de un poder ridículamente limitado en el espacio y en el tiempo), vileza e,  incluso, un cálculo lúcido dirigido a esquivar las órdenes y las reglas establecidas”.

Los prisioneros que tenían algún tipo de privilegio, luchaban por conservarlo, aunque fuera mínimo: barrenderos, lavaplatos,  guardias nocturnos, hacedores de camas, detectadores de piojos y sarna… Rara vez eran violentos, pero tendían a crearse, según Levi, una mentalidad corporativa, y a defender con energía su “puesto de trabajo” contra quienes, desde abajo, trataban de quitárselo.

LA PELOTUDEZ DEL ENANO FASCISTA QUE ANIDA EN CADA SER HUMANO

Se ha hablado mucho sobre la identificación entre víctima y verdugo, sobre el síndrome de Estocolmo… varios enfoques son serios y fundamentados. Sin embargo, hay una popular gansada que indica que en cada uno de nosotros anida un “enano fascista” que convive con nuestro Pepe Grillo copado y dialoguista.

Levi se alza con vehemencia contra la visión que intenta borrar las fronteras entre víctimas y victimarios. Por caso, cineastas como Liliana Cavani, autora de la controvertida película Portero de noche, que pretende evocar la vida de los campos. Tratando de explicar el sentido de su obra, Cavani declaró: “Todos somos víctimas o asesinos y aceptamos esos papeles voluntariamente. Sólo Sade y Dostoievski lo han comprendido bien”.

El tipo deja muy clara su discrepancia: “(…) no sé, ni me interesa, si en mis profundidades anida un asesino, pero sé que he sido una víctima inocente y que no he sido un asesino; sé que ha habido asesinos y no sólo en Alemania, y que todavía hay, retirados o en servicio, y que confundirlos con sus víctimas es una enfermedad moral, un remilgo estético o una siniestra señal de complicidad; y, sobre todo, es un servicio precioso que se rinde (deseado o  no) a quienes niegan la verdad”.

Para finalizar, les  copio otro fragmento que es central:

“Haber concebido las Escuadras ha sido el delito más demoníaco del nacionalsocialismo. Detrás del aspecto pragmático (economizar hombres válidos, imponer a los demás las tareas más atroces) se ocultan otros más sutiles. Mediante esta institución se trataba de descargar en otros, y precisamente en las víctimas, el peso de la culpa, de manera que para su consuelo no les quedase ni siquiera la conciencia de saberse inocentes”.
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  1. PERIODISTA: “¿Cuál es el mensaje de su obra?”. BORGES: “No soy mensajero”.  (Jueves 17 de diciembre de 1964).

    BORGES: “La gente no sabe la parte que tiene  la pereza y la resignación en lo que uno escribe. Una chica  uruguaya buscaba explicaciones simbólicas, metafísicas y religiosas para mis poemas. “Uno no escribe con intenciones así… No podría escribir. No soy autor de fábulas con moraleja. ¿Usted escribió alguna vez? ¿No? Entonces por eso imagina que un escritor es tan complejo e intencionado” (Lunes 19 de julio de 1965).

    Es un poco lo que decía Vladimir Nabokov en su Curso de literatura rusa, en referencia al Ulises de Joyce:

    “Un pelma llamado (Stuart) Gilbert, engañado por unas listas que compiló en broma el propio Joyce, descubrió en cada capítulo el predominio de un órgano particular –el oído, el ojo, el estómago, etc.-. Ignoraremos también estas estupideces. Todo arte es en cierto modo simbólico; pero le diremos: ‘¡Alto ahí, ladrón!’, al crítico que transforma deliberadamente el símbolo sutil del artista en rancia alegoría de pedante, las mil y una noches en asamblea de una sociedad secreta”.

    El mismo Joyce escribió: “I’ve put in so many enigmas and puzzles that it will keep the professors busy for centuries arguing over what I meant, and that’s the only way of insuring one’s immortality”.

    En otras palabras: mientras los críticos y los universitarios se fatigan buscando símbolos y más símbolos en lugar de disfrutar de la lectura, el mismo autor confiesa haber embrollado el texto con citas y alusiones literarias para mantenerlos ocupados durante años, de puro rompe quinotos que era.

    ¡¡Y ni hablemos de los críticos literarios que se sirven del psicoanálisis para ver símbolos freudianos, alusiones a la madre o actos fallidos porque levanto temperatura!!

    En fin, me pintó hacer un post "ñoño". ¿Y qué? ¿Vas a pegar? Vivo en Avellaneda... vení si tenés aguante!!!
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  2. Releyendo la correspondencia entre dos amigas tremendamente lúcidas como la filósofa alemana Hanna Arendt y la escritora irlandesa Mary Mc Carthy, me encuentro con una reflexión sobre las Confesiones de Rousseau, y sobre Las palabras, de J. P. Sartre.

    Muchos han elogiado la sinceridad del filósofo ginebrino al publicar sus confesiones personales, porque aparentemente fue capaz de quedar mal consigo mismo en público al confesar que mandó sus cinco hijos a un orfanato.

    "Acabo de leer Las palabras (de Sartre) y me enfadé tanto que casi me pongo a escribir una nota acerca de esta complicadísima sarta de mentiras. Esto me recuerda lo que, según me contaron, ha descubierto un erudito acerca de Rousseau: no tenía cinco hijos en el orferinato por la sencilla razón de que era impotente, lo cual me parece lo más probable. El caso de Sartre es idéntico: dice "verdades" escandalosas en apariencia con un tono de gran sinceridad, para ocultar mejor lo que realmente sucedió. Me pregunto cómo explicará, o contará, su especie de "verdad" sobre el desagradable hecho de que no participó en la resistencia; en realidad, jamás movió un dedo". (Carta de Arendt a Mc Carthy, Nueva York, Navidad de 1964)

    Más allá de Sartre, es interesante su juicio acerca de la hipocresía de algunas confesiones aparentemente sinceras y valientes. No sé si algo similar se podría decir de la actuación de Ernesto Sábato y sus deseos de figuración moral durante el "Nunca Más", aunque tal vez estoy siendo injusto.

    http://dialogandodemiconmigo.blogspot.com.ar/2011/01/borges-contra-sabato.html

    http://dialogandodemiconmigo.blogspot.com.ar/2011/01/borges-y-cortazar-contra-ernesto-sabato.html


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  3. Estuve hablando con Chani sobre el amor y la soledad, y de ese diálogo salió este escrito que tengo ganas de compartir:

    “Nos habíamos prometido que nos comunicaríamos todos nuestros pensamientos el uno al otro y que en adelante nuestras almas serían una sola; claro que este sueño no tiene nada de original, como no sea que ningún hombre lo ha visto realizado, aunque todos lo hayan concebido”. (Los ojos de los pobres)

    Baudelaire sugiere, en uno de sus poemas en prosa más famosos, lo que años después diría el poeta bohemio Rainer María Rilke:

    El amor, en su esencia, es soledad: es una relación entre dos o más soledades que se protegen, se completan, se limitan y se inclinan la una hacia la otra. El amor no es lo contrario de la soledad sino una soledad compartida, habitada, iluminada, y muchas veces ensombrecida, por la presencia del otro.

    La humanidad es saber que somos parte de una misma penuria; es tomar conciencia de que cada uno de nosotros y de nuestros seres queridos lleva en sí la muerte, como el fruto su semilla. Estamos solos: somos islas o, mejor dicho, penínsulas conectadas a otros seres humanos pero rodeados por un océano de soledad y misterio. De ahí que nos desesperamos por tender puentes, y todas nuestras actitudes –religiosas, sociales, amorosas, amistosas – no son otra cosa que esos puentes. Como dijo Cortázar:

    “Amor mío, no te quiero por vos ni por mí ni por los dos juntos, no te quiero porque la sangre me llame a quererte, te quiero porque no sos mía, porque estás del otro lado, ahí donde me invitás a saltar y no puedo dar el salto, porque en lo más profundo de la posesión no estás en mí, no te alcanzo, no paso de tu cuerpo, de tu risa, hay horas en que me atormenta que me ames (cómo te gusta usar el verbo amar, con qué cursilería lo vas dejando caer sobre los platos y las sábanas y los autobuses), me atormenta tu amor que no me sirve de puente porque un puente no se sostiene de un solo lado, jamás Wright ni Le Corbusier van a hacer un puente sostenido de un solo lado, y no me mires con esos ojos de pájaro, para vos la operación de amor es tan sencilla, te curarás antes que yo y eso que me querés como yo no te quiero".

    Como te dije una vez, la visión de la agonía de un ser querido, por caso, nos arroja contra la soledad inenarrable de toda muerte, que en ese caso implicaría estar junto a un ser humano, tocándolo, ayudándolo, y tener que admitir, sin embargo, qué inmensos abismos separan a uno de otro. La muerte es una, solamente personal, indivisible, incompartible. Hay momentos en los cuales estamos solos, completamente desgajados del instante, y ya no hay comunión posible entre seres que no hace tanto se sabían ramas de un mismo árbol.

    Nadie podrá vivir nuestro dolor, ni podremos jamás vivir ni morir por otro. Es así estimada Chani: no estamos solos, SOMOS solos.

    La soledad y la socialidad no son dos mundos diferentes sino dos formas diversas de relacionarse con el mundo. El filósofo alemán Immanuel Kant hablaba de la “insociable sociabilidad del hombre”; vale decir, cierta inclinación a formar sociedad junto con la constante amenaza de disolverla.

    Saberse solo no es lo mismo que saberse aislado. A muy grandes rasgos, es de prever que quien se sienta aislado opte por dos extremos igualmente peligrosos: o se intuye una nada sin importancia en comparación con la vastedad del mundo; o se consuela con la falsa idea de ser la única persona que realmente cuenta. Quien se sabe solo es consciente, cuando menos gran parte del tiempo, de estar rodeado por personas que lo valoran y lo aman.

    Tipos de amor:

    A grandes rasgos, diría que la cultura occidental distingue tres clases de amor: Eros, Philia y Agapé.

    Está claro, estimada Chani, que lo que estoy haciendo no es más que una distinción teórica, que implica separar conceptualmente algo que en la realidad empírica se encuentra mezclado de diversos e insondables modos. Digresión aclaratoria: si los cachetes de un niño me tientan y se los muerdo, ahí existe “eros”. ¿Por qué? Porque el “eros” no se reduce a la genitalidad ni al padre Grassi. También hay cierto eros cuando me dan ganas de jugar al fútbol o tomar un helado. 

    Claro que el amor-pasión implica un padecimiento, algo del orden de la patología. Lo expresa muy bien Rodolfo Wilcock en Los Amantes:

    “Harux y Harix han decidido no levantarse más de la cama: se aman locamente, y no pueden alejarse el uno del otro más de sesenta, setenta centímetros. Así que lo mejor es quedarse en la cama, lejos de los llamados del mundo. Está todavía el teléfono, en la mesa de luz, que a veces suena interrumpiendo sus abrazos: son los parientes que llaman para saber si todo anda bien. Pero también estas llamadas telefónicas familiares se hacen cada vez más raras y lacónicas. Los amantes se levantan solamente para ir al baño, y no siempre; la cama está toda desarreglada, las sábanas gastadas, pero ellos no se dan cuenta, cada uno inmerso en la ola azul de los ojos del otro, sus miembros místicamente entrelazados.

    La primera semana se alimentaron de galletitas, de las que se habían provisto abundantemente. Como se terminaron las galletitas, ahora se comen entre ellos. Anestesiados por el deseo, se arrancan grandes pedazos de carne con los dientes, entre dos besos se devoran la nariz o el dedo meñique, sebeben el uno al otro la sangre; después, saciados, hacen de nuevo el amor, comopueden, y se duermen para volver a comenzar cuando despiertan. Han perdido la cuenta de los días y de las horas. No son lindos de ver, eso es cierto,ensangrentados, descuartizados, pegajosos; pero su amor está más allá de lasconvenciones”. (Los Amantes, de Rodolfo Wilcock)

    Retomando la división de los tipos de amor en Eros, Philia y Agapé:

    Eros:

    El amor erótico es el más egoísta, y tiene que ver con la atracción física, la pasión, el deseo. Hay una cita de Lucrecio que dice.

    “Con sus miembros amalgamados, gozan esa flor de la juventud, y ya sus cuerpos adivinan la voluptuosidadsiguiente; Venus va a fertilizar el campo de la mujer; aprietan ávidamente el cuerpo del amante, mezclan la saliva, dientes sellados contra las bocas: vanos esfuerzos, porque no pueden robar nada del cuerpo que abrazan, ni penetrarlo o fundirse en el otro por completo. Porque, por momentos eso parece que desean".

    El amante que se encuentra bajo el influjo de Eros ama a su amada como el lobo ama al cordero. Como diría Ariosto: “Igual que el cazador que persigue a la liebre, por el frío y por el calor, por montes y valles; sólo la estima cuando huye y la menosprecia cuando la tiene”.

    En este sentido, estar enamorado es amar al otro principalmente por el bien de uno mismo. Por eso se torna vital la presencia de otro tipo de amor, si se quiere, más virtuoso. Entiéndase bien, más virtuoso no quiere decir más necesario: la amistad (philia).

    Philia:

    Platón ha sugerido que el deseo implica una carencia. Por caso: no desea salud el que está sano sino el enfermo. Lo que la persona saludable desea no es la salud presente sino la porvenir. Comte-Sponville hace al respecto una distinción que me parece muy iluminadora: él dice que Platón confunde deseo y esperanza. Por ejemplo: un escritor que ama su profesión sabe, intuitivamente, que hay un abismo entre escribir y tener la esperanza de escribir, que es el abismo que separa el deseo como carencia (esperanza o pasión) del deseo como potencia. Gozamos con lo que hacemos o con lo que somos toda vez que deseamos aquello que no nos falta. La diferencia entre esperanza y deseo es la que existe entre el hambre que tortura al hambriento y el apetito que deleita a un gourmet.

    Está claro que el deseo y la esperanza suelen ir juntos: si deseas que algo pase, temes que no pase, y a la inversa.

    Lo concreto es que la amistad no es carencia ni deseo de fusión sino comunidad, fidelidad, ganas de compartir. El amor como philia es el que puede darse entre marido y mujer al cabo de un tiempo, aunque jamás llega a ser “amistad pura”. Y está claro que al comienzo de toda relación suele primar el eros, el hambre, el deseo como carencia, el amor que aferra, que devora; el amor egoísta.

    Marcel Proust:

    “Cada beso llama a otro beso. ¡Con qué naturalidad nacen los besos en esos tiempos primeros del amor! Acuden apretándose unos contra otros, y tan difícil sería contar los besos que se dan en una hora, como las flores de un campo en el mes de mayo” (Por el camino de Swann)

    Más tarde se puede aprender a amar al otro aceptándolo como alguien distinto.

    Y es que el de la amistad no es un fuego inconstante y fugitivo sino templado y duradero. La amistad se alimenta y crece del goce de compartir una charla, de reírnos juntos, de apoyarnos mutuamente.

    La amistad se funda en la libre elección del otro, y siempre es entre iguales. Cuenta Montaigne que Arístipo, cuando le acosaban con el afecto que debía a sus hijos por haber salido de él, se puso a escupir diciendo que aquello también había salido de él, y que igualmente engendramos piojos y gusanos. Aunque es cierto que a nuestra cosmovisión, lo que dice Arístipo nos parece un tanto exagerado.

    El mismo Montaigne, al tratar de explicar su amistad con La Boétie, dijo: “si me obligan a decir porqué le quería, siento que sólo puedo expresarlo contestando: porque era él, porque era yo”.

    Agapé:

    El término griego agapé es lo que la iglesia latina ha traducido como cháritas. Utilizo el término griego porque entre nosotros la palabra caridad tiene una connotación más de“dar limosna”, y no es eso lo que intento expresar bajo este concepto.

    Hay una frase magnífica de Theodor Adorno que me gusta mucho citar, y que aparece en Minima Moralia:

    “Sólo serás amado donde puedas mostrarte débil sin provocar la fortaleza”.

    Creo que ese tipo de amor es uno de los más difíciles de lograr, y casi se diría que es sobrehumano. En muy pocas ocasiones, tal vez nunca, llegamos a ser capaces de amar de modo semejante.

    El amor en el sentido de agapé implica: amar espontáneamente, gratuitamente, sin motivo, sin interés y casi sin justificación. Esto no sólo lo distingue de la avidez del eros sino también de philia: la amistad implica alegrarme con la alegría del amigo, dar placer y amor porque así recibiré placer y amor… Posiblemente, agapé sea un desiderátum solo al alcance de los santos. Acaso la amistad sea el único amor generoso del que seamos capaces.

    Si una persona nos ama nos da poder: el poder de hacerla momentáneamente feliz, que es otra forma de decir que nos da las armas para lastimarla.

    Retomando la frase: “Sólo serás amado donde puedas mostrarte débil sin provocar la fortaleza”.

    Adorno sugiere que en la sociedad actual, toda variante de la gratuidad recibe su castigo. La prueba de amor auténtico no radicaría en el hecho de recibir la retribución exacta de lo que se da -como si el correlato de amor debiera ser una cantidad de amor equivalente-, sino el no ser manipulado por el otro cuando para ese otro sería muy sencillo ejercer la manipulación. Y es que sólo si el sujeto debilitado por elenamoramiento no es convertido en objeto de manipulaciones se podría empezar a hablar de la posibilidad de que en esa relación exista amor (cuantimenos amor en el sentido de “ágape”). Únicamente así se trataría de la relación entre dos sujetos, y no de la relación entre un sujeto y un objeto (porque, aun cuando elsentimiento sea recíproco, en las relaciones de amor propias de la actualsociedad de consumo, cada uno de los sujetos toma al otro como objeto).

    El caso paradigmático y extremo es el que se da entre una personalidad sádica y otra masoquista, pero no necesariamente debemos llegar a tanto. Aunque en rigor, hablar de amor-pasión sin aludir a ciertos niveles de patología es casi utópico.

    Y claro que el amor erótico viene y se va, en  cierta medida, más allá de nuestra voluntad: de ahí que el derecho a ser amado es el terreno paradigmático en el cual se vuelve ilegítimo reclamar justicia o mérito. Ningún sujeto puede ser obligado a que su amor sea correspondido: incluso en una situación ideal donde el amor es correspondido, si la reciprocidad fuera equivalente se destruiría a si misma, porque respondería a la lógica del intercambio de mercancías que reina en la sociedad. Cuando dos personas se aman, cada una cree ser la que más ama.

    FILOSOFÍA Y ARTE DE LA TRAGEDIA:

    En la antigüedad griega se dio una competencia entre la curiosidad teórica, representada por la filosofía, y el arte de la tragedia. Platón, que en su juventud quiso ser un poeta trágico, con los años menospreció la tragedia en nombre del saber filosófico. ¿Por qué? Porque un filósofo no puede aceptar que tanto Creonte como Antígona, tal como Sófocles lo llevó a escena, tengan ambos razón. El filósofo necesita ir al fondo de las cosas, y para eso debe poder tomar una decisión clara acerca del bien y del mal.

    Lo curioso es que en el Banquete, cuando tuvo que explicar qué es el  amor, Platón no tuvo más remedio que recurrir al mito. Así como en la vida cotidiana, cuando tratamos de ser precisos recurrimos a la metáfora, uno de los mayores filósofos griegos comprendió, consciente o inconscientemente, que es más sencillo entender el amor por medio de mitos y metáforas que de razones.

    Otra curiosidad: ese diálogo creo que ha sido el único en el cual Platón, a través de Sócrates, le da la razón máxima a una mujer: la sacerdotisa Diótima.

    Y paro acá porque esta nota ya se está poniendo pesada.

    ¡Sean felices!
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  4. Mi hermana Jime, el ser más hermoso que existe. Hace más de una semana que no la veo. ¡Qué desastre soy a veces! Esa foto la sacó mi viejo, que la fue a ver ayer.

    Fabián Casas contaba que viajó a Vietnam y vio, en un zoológico del lugar, el recipiente donde tenían expuesta a una víbora pitón: animal que necesita alimentarse de seres vivos. Al costado del recipiente de la pitón vio un pato al que mantenían atado, en estado de terror pánico, sin poder moverse y obligado a esperar a ser comido de un momento a otro.

    Esa crueldad innecesaria, de la que en un plano más grave nos hablaba Primo Levi en algún capítulo de su "Trilogía de Auschwitz", probablemente sea un monopolio exclusivo de la naturaleza humana. 

    Mi hermana, en cambio, no tiene maldad ni capacidad de daño: si un mosquito la pica, su única posibilidad de reacción es asustarse. Es curioso, pero todas las chicas que ayudaron a cuidarla en su niñez, no la vuelven a visitar nunca. La reacción es natural: hay enfermos que te sacan la energía, con lo cual sólo pueden ser amados fielmente por sus familiares cercanos. Sólo quien vivió una realidad similar entiende lo que digo.

    En fin, voy a ver si descanso un tiempo del mundo virtual. Cada tanto viene bien desintoxicarse de tanta sobreabundancia de información inútil.

    ¡Sean felices, abrazo de gol!
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  5. Hace un rato, mientras esperaba a que viniese el  remís para ir a Wilde a llevar a mi sobrinito a la casa, me tocó escuchar el llanto desconsolado de una médica: la mina relataba la manera en que familiares de un paciente habían golpeado a su compañero de ambulancia. El médico terminó inconsciente, tirado en el piso, y ahora permanece en terapia intensiva. 

    “No se puede trabajar así, una se sacrifica y pasa esto. ¡Es terrible! Hicimos todo lo posible, y cuando llegamos el hombre ya estaba muerto desde hacía mucho; ni aunque hubiésemos llegado en segundos alcanzaba... Así no se puede seguir…”.

    La pobre mina me dio una lástima infinita. El círculo vicioso es difícil de cortar: habitantes de un barrio precario, enojados porque los servicios demoran en entrar, terminan resentidos y descargando su bronca contra un laburante que atiende en un hospital público e hizo todo lo posible para llegar a tiempo. Es una profecía autocumplida, una suerte de rueda infernal.

    Pensaba en el tema del resentimiento, y en cómo  se puede alimentar el odio si no existe una sociedad civil que tome conciencia de la complejidad de algunas cuestiones, y la necesidad de un Estado que esté presente en estos temas tan pero tan delicados.

    ¡Qué difícil se vuelve tratar de comprender, y dejar el odio de lado! 

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  6. El escritor polaco Witold Gombrowicz, cuya familia tenía cierta herencia nobiliaria, decía que en la Argentina sólo el vulgo era distinguido.

    Leo, en el Borges de Bioy, el siguiente párrafo:

    Susana Bombal le habría preguntado a Mariana Grondona: '¿Por qué no escribes un artículo sobre la envidia que yo despierto?'. Comenta Borges: "sería curioso que apareciera un artículo en La Nación, titulado 'De la envidia que Susana Bombal suscita'. Ella lo aceptaría con naturalidad... (Pausa). No creo que Mariana haya tomado la pluma". (Domingo 8 de enero de 1967)

    Inmediatamente me vienen a la mente las vivencias de Beatriz Bibiloni Webster de Bullrich. Son varias las anécdotas que Bioy relata, referidas a la estupidez de sus amistades aristocráticas, en ese maravilloso libro dedicado a retratar a su amigote.

    De modo general, estoy tentado de decir algo que parece bastante obvio, y es que la estupidez no distingue género, clase social o nacionalidad. Sin embargo, pareciera existir cierto modo específico de ser estúpidos que afecta a nuestras clases acomodadas, que difícilmente no resulte repulsivo.
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  7. El neurólogo inglés Oliver Sacks nos relata -en “El marinero perdido”- el caso de Jimmie G., un estadounidense de 49 años que creía ser un jovencito, porque un accidente había lacerado su memoria a corto plazo.

    Sacks nos confiesa una muy mala idea que tuvo, cuando le trató de hacer entender a su paciente que su juventud había pasado:

     “- Mire –dije, y empujé hacia él un espejo-. Mírese al espejo y dígame lo que ve. ¿Es ese que lo mira desde el espejo un muchacho de diecinueve años?

    Palideció de pronto,  se aferró a los lados de la silla.

    -Dios Santo –cuchicheó-. Dios mío, ¿qué es lo que pasa? ¿Qué me ha sucedido? ¿Será una pesadilla? ¿Estoy loco? ¿Es una broma?

    Parecía frenético, aterrado”.

    Recordé ese caso cuando leí el siguiente fragmento de El Miedo, de Gonzalo Garcés:

     “La edad adulta no es gris. Lo gris es la infancia envejecida. La edad adulta no produce monstruos. La infancia envejecida produce monstruos”.

    Para peor, no existe una escatología mesiánica a la que podamos aferrarnos:  “comprender que el relato del amor no está prefijado, que amar no es descifrar un texto invisible que nos tentaría considerar como un destino, sino apenas una historia verosímil que también podría haber sido otra, equivale a perder la fe”.

    La  novela me gustó, aunque me engancharon menos las vivencias de sus dos personajes principales -Cora y Gonzalo- que sus fragmentos literarios y/o artísticos: las reflexiones sobre “Las amistades peligrosas” de Choderlos de Laclos, o “En busca del tiempo perdido”, de Marcel Proust…

    La novela trata sobre el amor, sobre la identidad y sobre la literatura. Respecto de la identidad, recuerdo algún texto de Borges donde se habla del momento presente, en el que el tipo dice que el ahora está compuesto por un poco de pasado y un poco de porvenir. El presente es inaprensible, está continuamente volviéndose pasado: constantemente sentimos que nos deslizamos a través del tiempo, de modo tal que podemos decir que pasamos del futuro al pasado, o del pasado al futuro, pero no hay un momento en que podamos decirle al tiempo: “¡Detente instante, eres tan hermoso!”. El presente no se detiene. No podríamos imaginar un presente puro; sería nulo. El presente tiene siempre una partícula de pasado y una partícula de futuro. Y parece que eso es necesario al tiempo. 

    En síntesis: la novela trata del problema irresoluble de la identidad cambiante, de la permanencia en el cambio: “Si hablamos de un árbol que crece no decimos que un árbol chico es reemplazado por otro más grande que será reemplazado a su vez por otro más grande aún”. Uno ha tenido tres años, y luego diez años, y luego quince hasta llegar al momento presente. ¿Somos la misma persona o somos personas distintas en cada caso? En cierto sentido somos la misma persona y en cierto sentido somos otros. Lo concreto es que somos una mezcla de olvido y recuerdo de nuestros momentos pasados, y vivimos en el ápice vertiginoso entre el “ya no” del pasado y el “no todavía” del futuro. Estamos tejidos por una mezcla de nostalgia y esperanza, de temor y realización momentánea de nuestros sueños y proyectos. Gonzalo y Cora se aman, pero terminan separándose porque nadie se baña dos veces en el mismo río, porque se transforman en otros, por algún misterio que tal vez nunca terminarán de comprender.

    En el amor ocurre con mucha frecuencia lo siguiente: aquello que te enamora y sorprende es, muchas veces, lo mismo que luego te desune, te aburre y/o no estás dispuesto a seguir tolerando más.

    Nos dice Garcés:

    “De un mundo de esencias pasamos a una idea de la identidad como estado relativo. Lo que el observador percibe como sólido depende de la velocidad a la que la identidad se desplaza. Sólo cuando hay proyección hacia adelante, cuando una insatisfacción vertiginosa produce la aceleración suficiente, observamos cómo la identidad se  solidifica en personaje”.

    Y tantas veces somos nuestros peores enemigos, y actuamos como jaulas que buscan constantemente pájaros.

    CUANDO HUYEN DE MÍ, YO SOY LAS ALAS. YO SOY LA MEJILLA Y EL GOLPE.

    “Yo adoraba a Cora como una joya, la odiaba como un ancla, quería salvara y que me salvara, me exasperaba que me hubiera elegido para defenderla del miedo y sin embargo el miedo siguiera ahí,  como si Cora al tiempo que me pedía que la protegiera me tuviera miedo a mí también, como si yo tuviera que ser el machete y al mismo tiempo la cosa que hay que cortar con ese machete, hasta volverme loco”.

    Y es que no existe amor sin riesgo, sin temor a la perdida. Amar a una mujer consiste en querer ser causa de su alegría, y es sentir el miedo de no ser la causa principal… Una y otra vez el miedo, el miedo que acecha y nos empuja a fugarnos hacia adelante.
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  8. ¡Seamos serios! A lo largo de una década se deben pedir dos, tres y a lo sumo cuatro gustos diferentes en nuestra heladería artesanal amiga. 

    Si salís con una mina que pide un gusto distinto cada semana, te es infiel. No hace falta ser Julieta Pink para darse cuenta que si además pide tiramisú y chocolate cobertura o granizado, es trolísima. Si pedís un quilo, como MUCHO, tres gustos distintos. El que pide cinco es una mierda de persona, y además tiene tendencia a ahogarse en un vaso de agua.

    El que pide sambayón y mousse de algo, votó a Macri. El que pide crema del cielo, es recontra cursi y escucha a Montaner (y sus dos películas preferidas son "The Notebook" y "500 days of summer").

    El gusto de helado es como el equipo del cual sos hincha: ¡una vez que te decidís lo aguantás hasta el final de tus días!

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  9. Borges decía que a los argentinos que venían de la cancha no les preguntaban nunca “¿cómo estuvo el partido?”, sino “¿cómo salieron/cómo fue el resultado?”. Ese ejemplo le bastaba para concluir que al hincha no le gusta el fútbol, sino que su equipo gane.

    Análogamente, al televidente de Lanata, por lo general, no le interesa la política, sino “meterle el dedo en el culo al kirchnerismo", “reírse DEL PODER” o hacer catarsis. Para el televidente lanatiano ideal, la política  en general pero particularmente en la Argentina, es algo sucio, corrupto, lejano de la “gente honesta y trabajadora”. Intuyo –no tengo estudios empíricos hechos al respecto- que el televidente ideal de Lanata cree que el poder es casi sinónimo de Estado –o de Poder Ejecutivo-, y no le interesa demasiado que le hablen acerca del predominio del capital financiero, ni que profundicen explicaciones sobre cuestiones sociológicas, políticas o económicas complejas. No es casualidad que varios caceroleros lo hayan nombrado como referente.

    Ilustro mi postura con un ejemplo futbolero: imaginen un programa deportivo donde se discuten los méritos para que José Sosa forme parte del plantel titular de la selección argentina. ¿Cómo argumentar el desacuerdo? Presentando un informe con la actualidad de José Sosa en su club, mostrando imágenes y estadísticas con las diversas actuaciones de Sosa en los partidos en los que le tocó jugar con la celeste y blanca, comparando su desempeño con el nivel de otros jugadores que –se argumenta- podrían ser potencialmente mejores en el mismo puesto, etc. Sin embargo, ¿qué haría un “periodista deportivo lanatiano?”. Muy sencillo: nos diría que uno de los representantes de José Sosa es sobrino del Manager, Carlos Bilardo. Luego miraría a cámara, haría un guiño cómplice y diría una frase tipo: “¿Qué curioso, no?”. Con eso sugeriría que el fútbol es corrupto, que Sabella es un títere o un corrupto, y que todo es una mierda. ¿En base a una investigación firme? ¡No, en base a elementos tan firmes como una sospecha y un guiño a cámara! 

    No tengo elementos para afirmar que Sosa juega porque es representado por el sobrino de Bilardo. Sí puedo sospechar, pero… ¿de qué sirve discutir sospechas? ¿Cómo pruebo que tengo razón? ¿Trato de conseguir una cinta donde Grondona y Bilardo le dicen a Sabella que Sosa tiene que jugar?

    La antipolítica es el combustible que hace funcionar a PPT: un programa que viene a ser algo así como adrenalina para antikirchneristas furiosos y televidentes indignados, que en el fondo no quieren entender la realidad sino reírse del poder. 

    Ejemplo: en el último programa, Lanata retomó una noticia vieja como si fuese nueva -que en su momento habrá pasado desapercibida- que data del primero de diciembre de 2011:


    A quien no le interesa la política, no sabe que esa práctica de pedir un diezmo es típica de la militancia política desde hace décadas. Al televidente “lanatiano”, eso le puede parecer gravísimo o cuentimenos "sintomático".

    Un televidente que lee este post, me podría decir: “¡sí claro, pero discutí si lo que dice Lanata es cierto!”. Respuesta: por lo general no me resulta interesante discutir lo que a Lanata le parece importante, por eso generalmente no miro su programa. Sería como pedirme que haga una crítica profunda del contenido de la obra de Paulo Coelho. 

    Además, ¿de qué voy a hablar, de que Moreno habla mal portuñol, de que el primer mandatario de Angola es un dictador, de que Cristina se maquilla como una puerta y tiene mucha guita o Barone laburó en Clarín y ahora está en 67rocho? No, yo quiero que me expliquen, con perspectiva histórica y con información sólida, lo que se puede hacer en salud, educación, el mal estado de los trenes, que diversos especialistas –no lobistas- hablen de cómo hacer para generar crecimiento con distribución y baja inflación, sobre el estado de las cárceles en Buenos Aires, reportajes a la Ministra de Seguridad y a especialistas en el tema, etc. Prefiero un programa como “Palabras más palabras menos” -Tenembaum y Zloto-; donde a veces invitan a gente como Miguel Bein para hablar de economía, que las gansadas de Sanata. Y aclaro que PMPM no es un programa que me  guste mucho, pero cuantimenos le reconozco el estatus de -aún con la incidencia del enfrentamiento Clarín vs Gobierno- estar ejerciendo el periodismo.

    La pregunta es: ¿si tan malo te parece Lanata, por qué hablás de él? Precisamente por eso, porque creo en el mejoramiento de la democracia y en la necesidad de que surja una OPOSICIÓNLÚCIDA. ¡¡Quiero críticas racionales al gobierno, no chicanas baratas!!

    Análisis del discurso de Lanata en 2001:

    Ana Wortmann, quien realizó un estudio comparativo entre “Después de hora” –conducido por Hadad, Laje y Feinmann- y “Detrás de las noticias”, el programa que hacían Lanata, Verbitsky, Zlotogwiazda, nos habla acerca del programa de Hadad, durante el corralito y la crisis de 2001: “Se insistía con la frase ‘políticos devuelvan el dinero’, en lugar de responsabilizar a los bancos. Sin embargo, Hadad, a pesar de sus diagnósticos terminales, no quiere aparecer como disruptivo o antidemocrático. Para referirse a la autoridad presidencial dice ‘hay que acompañar a este señor, que lo votamos’. Laje habla de ineptitud, pero sin embargo no se compromete con ninguna idea: ‘¿a quién le vas a dar el poder?2, se pregunta y pregunta en un tono escéptico y descreído. Como si todo fuera lo mismo, a través de este razonamiento consolidan otra frase del sentido común: ‘todos lospolíticos son iguales, todos roban’, etcétera. Pero, por otro lado, no quieren aparecer como antidemocráticos, acompañando la lógica empresarial típicamente argentina de no comprometerse políticamente, de no involucrarse sino de opinar sobre política según convenga a los negocios empresarios de coyuntura”.

    Según Wortman, y OJO QUE ESTO LO DIJO ANTES DEL KIRCHERNISMO: “hay puntos en donde los dos convergen, lo cual pone de manifiesto que si bien Lanata pretende montar una estética más progresista y más “juvenil”, ambos discursos traducen cierta lógica mediática y, en el caso de Lanata, tampoco puede salirse aún de la existencia del llamado pensamiento único que ha hegemonizado el mundo occidental. ¿Son posibles discursos transformadores en empresas mediáticas de capital concentrado?

    Respecto de la crisis en su conjunto, ambos programas adoptan algunas ‘frases eslogan’ para mostrar el grado de deterioro de las relaciones sociales: ‘es una guerra de pobres contra pobres’ es una de las más recurrentes, y en ‘Detrás de las noticias’ (Lanata) aparece también la reflexión sobre la abulia de la población, y se habla del ‘milagro de la no violencia’”.

    Según Wortman, la supuesta ausencia de ideologías está presente tanto en el programa de Lanata como en el de Hadad -¡estamos hablando de 2001, no del actual programa!-: no hay política (ni de derecha, diría Hadad, ni de izquierda, diría Lanata); la no ideología es equiparada al “sentido común” en el caso de Hadad, y a la “realidad estadística” en el caso de Lanata: el 39% de la economía es informal, hay tantos millones por debajo de la línea de pobreza, etc. Ninguno de los dos asume  que incluso en el contexto del clima posmoderno, con el debilitamiento de las ideologías, existen matrices ideológicos que estimulan imaginarios, creencias. Mientras que la no ideología de “Después de hora” habla de la carencia política a partir del sentido común, la de “Detrás de las noticias” habla de la verdad y la justicia.

    En 2001, Hadad era el vocero de las empresas privatizadas a quienes no favorece la devaluación y la pesificación, mientras que Lanata representaba a grupos monopólicos nacionales que tienen deudas en dólares y a quienes les  conviene la pesificación.

    Los comentarios de Lanata son chicanas, asociaciones libres un poco pelotudas, como la siguiente: “todos hablamos, pensamos sobre el día 90 y qué va a pasar en el día 9. ¿Sabés qué es en la quiniela el 91? El excusado. El 91 van a tirar la cadena, me entendés. Esto va a durar bastante más de 90 días y la guita no la van a devolver”. En Lanata, el periodismo explicativo e informativo es reemplazado por la indignación escéptica del que “no cree en nada” porque “en este país todos te cagan”.

    En el programa del 11 de diciembre afirma: “están desconociendo la autoridad de un juez” (los bancos). “El Estado regula nuestra plata y no regula a los bancos”, expresión que da cuenta de una profunda confusión en relación al papel del Estado, estableciendo una asociación falsa. Por un lado hace referencia a una inexistente autonomía del Estado y, por otro, habla de los bancos como desvinculados del Estado.

    Lanata se refiere constantemente a “El Poder”: al económico -en este caso los bancos- y a “los políticos”. También se destaca su identificación con aquellos valores que el sentido común ha instalado sobre el comportamiento de las clases medias argentinas. Uno de ellos es la crítica social y política a través de la crítica a la corrupción, muy próxima al ex vicepresidente Carlos “Chacho” Álvarez. El énfasis en la crítica a la corrupción lo lleva a decir casi siempre que los problemas son inmorales e injustos: el hambre es inmoral, el comportamiento de loas bancos es inmoral (sic), el desempleo es inmoral. Para Lanata, los políticos son algo ajeno, maléfico, y el país es “lo indomable”.

    Podría seguir, pero francamente me agoté de escribir sobre Lanata. El que tenga ganas de mirarlo, divertirse y ejercer la catarsis, que sea feliz. ¡Saludos!
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  10. Le ganamos 4 a 3 a Brasil -tres goles de uno de los mejores jugadores de la historia del fútbol-, con la diferencia abismal de siempre entre funcionamiento ofensivo y defensivo. Messi no nos puede salvar las papas siempre. Falta mucho, ojalá podamos mejorar, porque con esa defensa no creo que alcance para aspirar a cosas serias en 2014.
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